El hecho de no poder encontrar la palabra que uno quiere para expresar algo, es una sensación extraña si no ocurre con mucha frecuencia, pero cuando ésta se convierte en la norma o en el día a día de la persona, la cual se ve que para todo tiene que dar una explicación entonces la percepción es de agobio e impotencia. Ante una situación en la que no puedo decir los nombres de personas de mi familia u conocidos, de las prendas de vestir, de los objetos comunes, de los alimentos, o animales es cuanto menos “rara” es una llamada de atención de que algo está sucediendo en nuestro cerebro y que afecta a nuestro sistema de producción oral.
Cuando una situación como la descrita previamente es menor, me pasa de vez en cuando, pero la familia o mi entorno saben a lo que me refiero con la explicación, gesto o palabra común más genérica habitualmente compensamos bien, por lo que se le puede atribuir a diferentes causas menores, entre las cuales puede estar el estrés como factor pasajero. No obstante, cuando dicha situación, dificultad de nombrar personas, objetos, lugares es reiterada, entonces hemos de pensar en buscar ayuda, para saber qué causa dicho trastorno y cuanto antes se valore e intervenga mejores resultados se verán cara a la calidad de vida de la persona que lo padece.
La dificultad de nombrar se conoce como ANOMIA o trastorno de producción oral; no obstante, los trastornos de la producción oral son varios, pues dependen de diferentes procesos que interviene en el habla; y en función del proceso que se vea dañado las manifestaciones serán diferentes.
Así hay al menos tres grandes tipos de anomias; más las combinaciones entre ellas.
Anomia pura
cuando se tiene la sensación de que sabes qué quieres decir, pero no te sale la palabra en ese momento, hablamos del fenómeno conocido como “tenerlo en la punta de la lengua” / “tip of the tongue”. Este fenómeno aunque ocurre en personas sin anomia, cuando su aparición es muy frecuente indica que la persona inicialmente no presenta dificultades de comprensión, pues sabe qué quiere decir, es decir, su sistema semántico está bien, sino que sus problemas están en encontrar la palabra para expresar lo que están pensando. Es decir, tienen problemas en el almacén cognitivo conocido como léxico-fonológico; que es el sitio donde tenemos almacenadas las etiquetas abstractas (nombres) de las palabras oídas a lo largo de la vida. Por lo tanto, cuando trata de decirlo, lo más frecuente es que se explique usando un circunloquio, dar un rodeo para llegar la palabra, o emplear términos genéricos tipo “cosa, chisme, bicho, esto, aquello” o sirve para… o se usa en tal sitio, un discurso lleno de palabras “vacías” pues no dicen nada, si no se acompaña del gesto o un contexto que ayuda interpretar lo que la persona desea expresar.
Anomia semántica
en este caso al contrario que en el anterior lo que se ve dañado es la red conceptual, de los conocimientos generales que poseemos o el llamado sistema semántico. La dificultad de nombrar aquí es más generalizada, pues se acompaña también en dificultades de comprender determinadas palabras. Digamos que nuestros conocimientos genéricos adquiridos a lo largo de toda la vida (de cualquier modalidad: hablada, escrita, dibujo, imagen) o el sistema semántico están organizados por categorías o familias de palabras, por lo que tenemos diferentes tipos de palabras dentro de él, así que el daño en dicha estructura puede afectar tanto la comprensión como la producción de tales palabras. Así, hay personas que tienen problemas en nombrar a una categoría de palabras pero no otra, por ejemplo: animales, nombres de persona o lugares. Las dificultades de nombrarlo suelen observarse tanto cuando la persona trata de evocar el nombre, como cuando está viendo el objeto, así como en categorizar por ejemplo dibujos/ imágenes pertenecientes a una u otra familia de palabras. Y suelen cometer errores de tipo semántico; por lo que recuerdan que es una fruta, un animal u objeto, aunque emiten otro nombre: gato por perro, mesa por silla, o manzana por mandarina. En este tipo de anomia la imaginabilidad de la palabra a querer nombrar es determinante en el rendimiento, así las palabras más fáciles de imaginar o más concretas como casa, mesa, balón, o zapato son más fáciles que tristeza, alegría, o conflicto.
Anomia fonológica
aquí la persona, sabe qué quiere decir, sabe cómo se dice, pero a la hora de tener que decirlo algo sucede en el mecanismo de selección de los sonidos que corresponden a esa palabra que se ven alterados y de pronto de la palabra que intencionalmente se quería decir a la que se dice hay una variabilidad enorme, por lo que el resultado en la mayoría de las ocasiones es un neologismo, una palabra nueva ejemplo: pájaro en paraja-parajo…no, escrito en esbrintro/ exgrintio. Es decir, el daño está en el almacén de fonemas; que además afecta a cualquier modalidad que use lenguaje oral: habla (espontánea y denominación), repetición así como la lectura en voz alta. La persona es consciente de los fallos, y en algunas ocasiones consigue por aproximación acertar la palabra con varios intentos. Suele haber una buena expresión de las palabras muy frecuentes o los automatismos del habla, los saludos, respuestas cortas. La variable determinante del rendimiento en las personas con anomia fonológica es la longitud de la palabra a querer expresar, es decir cuantos más sonidos tenga que pronunciar mayor es la posibilidad de error.
Los trastornos de producción del habla o las anomias, aunque aparecen así de forma aislada como se han descrito, pueden aparecer también combinaciones entre ellos, por lo que la expresión y comprensión pueden verse más alteradas. Aunque hay manifestaciones de las anomias de forma aislada, estas principalmente aparecen dentro de las afasias y también se observan e muchas enfermedades neurodegenerativas que impliquen un nivel de procesamiento en los niveles de lenguaje mencionados aquí, como en la enfermedad de alzheimer o la demencia fronto temporal (afectado el sistema semántico).
Si conoce a alguien que le pasa esto con frecuencia, ya sabe que la solución está en pedir ayuda profesional para determinar la causa y además valorar la posibilidad de recuperación. Contacte con nosotros sin compromiso y le informamos con más detalle.
Referencias:
Cuetos Vega, F. (1998). Evaluación y rehabilitación de las afasias: Aproximación cognitiva. Editorial Médica Panamericana.
González Nosti, M., & Herrera Gómez, E. (2019). Evaluación neuropsicológica del lenguaje.
Cuetos, F. (2003). Evaluación de las afasias desde la neuropsicología cognitiva. Revista Chilena de Fonoaudiología, 4(1), 7-16.
Vega, F. C., Nosti, M. G., Jiménez, L. M., Mantiñán, N., Olmedo, A., & Chocano, A. D. (2010). ¿ Síndromes o síntomas en la evaluación de los pacientes afásicos?. Psicothema, 22(4), 715-719.