Son muchos los niños que acuden a la consulta de logopedia, en edades comprendidas entre los 6 y los 9 años generalmente, ante un problema en las habilidades lectoras y escritoras. La preocupación que traen los padres siempre es la misma: ¿el rendimiento escolar podría verse afectado por este hecho?. Cada vez es más frecuente la sospecha de dislexia, tanto por los padres como por los maestros de la escuela, lo que es muy positivo de cara a ofrecer mejor atención a estos niños ya que, cuando un niño no lee, se busca una solución.
La pregunta ahora es, ¿pasa lo mismo cuando un niño, en edades más tempranas, no habla o no lo hace del todo bien?
Es curioso cómo, en la mayoría de estos casos que acuden por lectoescritura, aparecen problemas tempranos del lenguaje. ‘No dijo la S hasta los 6 años’, ‘no dice la RR’, ‘siempre dijo mal las palabras largas’, ‘muchas veces no le entendemos’, ‘no sabe explicarse’… ¿Es que esto no supone una razón de consulta? Recientemente ha salido una noticia en el periódico La Nueva España sobre los retrasos del lenguaje, cuya lectura recomiendo. Laura Martínez, logopeda de la Unidad de Atención Temprana del área II, dice una frase que resume muy bien este problema: ‘no todos los niños que empiezan tarde a hablar van a tener un trastorno del lenguaje, pero sí todos los trastornos empiezan por hablar tarde’.
Relacionando esto con la lectoescritura, en muchas ocasiones los problemas aparecen como consecuencia del desarrollo tardío del lenguaje. Un niño que no habla bien, no va a leer y escribir bien. Esto no significa que todos los problemas de lectoescritura se deriven de un mal desarrollo del lenguaje, por supuesto que hay casos puros, pero hay que entender que en ocasiones el mal desarrollo del lenguaje supone el antecedente al problema lectoescritor. Un niño que no tiene bien desarrollada la conciencia fonológica (habilidad esencial para el correcto desarrollo tanto del lenguaje como de la lectoescritura) seguramente encuentre dificultades al decir palabras largas y, por tanto, encontrará problemas al leerlas y escribirlas. Al igual que un niño que no estructure bien su discurso a la hora de, por ejemplo, contar cómo fueron sus vacaciones, encontrará aún más problemas al hacerlo de manera escrita e incluso, lo más seguro, es que presentará también problemas de comprensión lectora. Ahora bien, ¿es más fácil y tiene mejor pronóstico trabajar el lenguaje con 3 o 4 años, o el lenguaje y la lectoescritura con 7 u 8?
El problema principal que nos encontramos es la creación de huellas en el léxico. Si, por ejemplo, un niño dice mal desde los 3 años la palabra ‘semálofo’ (semáforo) y con los años no la aprende correctamente, ¿cómo podrá escribirla, por ejemplo a los 7 años, de manera correcta? El niño llevará 4 años repitiendo la palabra semálofo erróneamente, creando su huella, y generalizando su uso. En este caso, ¿es más fácil enseñarle con 4 o 5 años y evitar que cree esa huella, o enseñarle con 7 teniendo detrás todos esos años en los que decía mal la palabra?
Cuando tengamos una sospecha de un mal desarrollo del lenguaje, lo más importante es buscar ayuda profesional de manera temprana. Cuanto antes se detecten los problemas, mayor tiempo de actuación tenemos, y menos tiempo dejaremos a que se cronifiquen. Por lo tanto, dejemos de ser tan permisivos con el mal desarrollo del lenguaje y olvidemos la famosa frase del ‘ya hablará’, lo que no solo repercutirá en este aspecto, si no en el desarrollo futuro de, entre otras cosas, la lectoescritura.