Ahora que llega el mal tiempo y los resfriados son frecuentes, es muy común presentar procesos gripales entre cuyos síntomas más incapacitantes se encuentra la disfonía. Se trata de un proceso de inflamación de la laringe que repercute en la calidad de nuestra voz. Si a eso le sumamos el frío, los cambios de temperatura de un sitio a otro y la predisposición que presentan algunas personas, hablamos de un problema a tener muy en cuenta.
Cuando una persona presenta una disfonía aparece una bajada del tono (la voz suena más grave), un descenso (en la mayoría de casos) de la intensidad, y un timbre especial, que suena ronco y forzado. Estos síntomas son percibidos tanto por la persona como por su entorno, y conllevan una disminución de la inteligibilidad del habla y una traba a la hora de desenvolverse en el día a día, ya que la mayor parte de la comunicación cotidiana se realiza de manera oral. Es interesante señalar también que las personas cuyos trabajos requieren una tasa alta de habla (teleoperadores, telefonistas…) o hablar cara al público (profesores, periodistas…) son las más afectadas por este problema. Es por eso que la persona disfónica, como mecanismo de defensa, intenta aumentar las cualidades vocales afectadas en forma de sobreesfuerzo vocal. El sobreesfuerzo vocal es el aumento de la tensión laríngea con el fin de aumentar el volumen de la voz. Es algo perjudicial para la laringe, en especial para las cuerdas vocales, ya que este exceso aumenta la inflamación y daña la mucosa. En ocasiones, este sobreesfuerzo es tal que afecta a las estructuras adyacentes, especialmente a los músculos del cuello y de los hombros, donde la fuerza de la voz hace que estos músculos se tensen. Grandes situaciones de sobreesfuerzo mantenidas en el tiempo pueden incluso dar lugar a lesiones anatómicas en las cuerdas vocales, las más comunes los nódulos, cuya aparición supone una situación más difícil, mayores problemas para conseguir una buena calidad vocal, seguimiento por parte del médico otorrinolaringólogo y tratamiento de logopedia.
Antes de llegar a los nódulos, y con el fin de prevenirlos, existen trucos que podemos incluir en nuestro día a día para el cuidado de nuestra voz. Ante una disfonía incipiente, lo mejor es el reposo vocal, sin embargo muchas veces es muy difícil de conseguir, por lo que aquí van unos consejos para cuidar nuestras cuerdas vocales:
– Evitar el tabaco, ambientes contaminados (grandes aglomeraciones de coches, parking, humo, productos de limpieza irritantes…), alcohol y comidas picantes que irriten y resequen la mucosa laríngea.
– Evitar los alimentos y las bebidas con temperaturas extremas, ni muy frías (evitar el hielo) ni muy calientes.
– No forzar la voz para hablar más fuerte, evitando los ambientes ruidosos donde muchas veces, con tal de hablar por encima del ruido, llevamos al límite a nuestras cuerdas vocales.
– Evitar la carraspera y el aclaramiento de la garganta con voz, en vez de eso, es preferible toser de manera áfona, es decir, tos donde no se escuche voz.
– Mantener una buena hidratación y proteger nuestro cuello con bufandas y pañuelos, especialmente en el exterior.
– Limitar la cantidad de habla a la estrictamente necesaria.
Un buen resumen con 9 buenos hábitos para el cuidado de la voz: tecnicadevoz.com/cuidado-de-la-voz/
Estos consejos no son curativos, es decir, no sustituyen una buena atención terapéutica ni previenen al completo la aparición de futuras disfonías. Sin embargo, sí que ayudan a que estos problemas sean menos recurrentes y, sobre todo para personas con predisposición, suponen un buen arma a la hora de controlar la aparición de los problemas vocales. Cualquier disfonía que dure más de 15 días debe ser valorada por un otorrinolaringólogo con el fin de esclarecer la etiología. De la misma manera, problemas vocales recurrentes o de difícil solución, así como nódulos, edemas y demás patologías laríngeas, serán valorados por el logopeda para establecer un abordaje terapéutico de las mismas.